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En las famosas Tablas de Daimiel, encontramos uno de los lugares más privilegiados de la Península para la vida y concentración de aves acuáticas. Declaradas Parque Nacional, constituyen una valiosa reserva zoológica para la conservación de la avifauna europea y africana. La confluencia de los ríos Guadiana y Cigüela, y los desagües de la gran bolsa de agua subterránea, conforman las aportaciones hidrológicas necesarias para la continuidad de las Tablas, como hábitat de asentamiento de gran número de aves.

Confiemos, pues, que estos regalos de la madre Naturaleza -los Ojos del Guadiana y las Tablas- continúen ofreciéndose a la admiración del hombre; tal como eran,-y siguen siendo- cuando en otros tiempos Don Quijote las admirara.

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La Mancha, como ya hemos visto, tiene el deber de gratitud para con Cervantes, y el "Quijote", de conservar y preservar los paisajes y riquezas naturales de la regi6n, para constante maravilla de las generaciones venideras, y esto no debe únicamente aplicarse a los dos casos citados, sino también a las Lagunas de Ruidera, y a tantos otros prodigios, de los que trataremos más adelante.

Nos urge ahora referirnos a una de las constantes, por no decir el símbolo, de toda esta amplia y sorprendente región manchega: el molino de viento. Esa prodigiosa máquina de aprovechamiento de la energía eólica, originaria de Flandes, que se introdujo e implantó en la Mancha en el siglo XVI, y que ya se encontraba coronando las lomas y los oteros de la regi6n cuando Cervantes llegó a Argamasilla.

El molino harinero de viento, en su particular y manchega conformaci6n, era considerado en la época como exponente de la más avanzada tecnología. Aunque hoy no sea utilizado para su función específica original -con excepci6n de algunas moliendas que podríamos llamar "conmemorativas", y que se llevan a cabo en molinos de Campo de Criptana, o de Consuegra-, sigue constituyendo un elemento inseparable y obligado del paisaje manchego y de la célebre obra cervantina. El famoso episodio en que Don Quijote arremete contra los molinos de viento -que él imaginaba gigantes- lo sitúa la tradición en Campo de Criptana; pero son muchos los lugares de la Mancha en los que aún se conservan algunos molinos: Puerto Lápice, Mota del Cuervo, Valdepeñas, Alcazar de San Juan, etc.

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